Y entonces... ¿nos vamos todos a Telegram?

febrero 23, 2014

Debo reconocer que la palabra que últimamente está viniendo a mi cabeza es 'inquietud'. Vale, de acuerdo, hay mucho de mito y otro tanto de miedo irracional, casi rozando la paranoia, en lo que a nuestra información personal en poder de otros, pero... ¿dónde está el límite? La compra de Instagram por parte de Facebook resultó ciertamente incómoda para muchos usuarios ¿Qué iba a hacer el equipo de Zuckerberg con la exitosa red social de fotografías? Y los primeros movimientos no gustaron. Instagram había basado su modelo de negocio, como muchos proyectos emergentes, en acumular usuarios por millones y luego ya veremos, pero ese 'ya veremos' no vale para los grandes que quieren sacar rendimiento ya del dinero invertido. Poco después nos inquietó la noticia de otro glotón de datos e información ajena, Google, se hacía con Nest, la gran start-up del termostato inteligente. ¿Cómo? ¿Para qué quiere el gigante californiano entrar en nuestras casas y conocer, en consecuencia, nuestros hábitos de vida de puertas adentro? Miedito.


Nuestros correos, nuestra agenda, nuestras citas, las fotos, amigos... nuestra hora de entrada y salida de casa ¿algo más? Pues sí, pero para los más celosos de la privacidad 2014 guardaba munición pesada para alimentar sus temores: Facebook volvía a extender el cheque y adquiría WhatsApp, cada vez más rodeados, cada vez más cerca. Instagram y Nest no dejaban de ser, dentro de sus magnitudes, productos de nicho pero... ¿quién no tenía WhatsApp? y peor aún ¿para qué quiere Facebook el servicio de mensajería más extendido contando ya con uno propio?


En este maremoto que afecta directamente a los usuarios hay dos lecturas: una mala y otra buena, y paradójicamente ambas son la misma. Uno de los mayores temores de los usuarios de WhatsApp es ver sus cuentas inundadas de banners, mensajes recomendados y demás artimañas para conseguir obtener todavía más rendimiento. Pues bien, Facebook ha confirmado que eso no va a suceder: WhatsApp se mantendrá como una empresa independiente dentro de la red social y no va a cambiar nada desde el punto de vista del usuario. Bueno ¿no? Pues no, esa puede ser la 'buena' noticia pero al mismo tiempo podría resultar fatal: se trataría de la confirmación de que Facebook en realidad persigue otros activos del servicio, y sí, piensa lo peor. Lo que posiblemente persiga la red de Zuck sea tu información, tus datos y tu actividad, el bien más cotizado ahora por todos los grandes. Y es aquí donde la buena noticia se transforma de repente en mala.

¿Cuál es el precio que realmente estamos pagando por los servicios? Pero con todo, WhatsApp se trataba de un servicio que funciona, sin complicarse en exceso la vida, a las mil maravillas y con un modelo de negocio rentable sin bombardear con publicidad a sus usuarios y conservando escrupulosamente su privacidad. Vamos, con una gran garantía de futuro. Y casualidades de la vida, surgió como de la nada, un nuevo servicio bautizado como Telegram que además se apoyaba en dos presuntas vulnerabilidades de WhatsApp para abrirse paso: la seguridad y el código abierto, dos tótems con un gran peso mediático en el mercado pero con una dudosa consistencia real para el usuario. En lo que respecta a la seguridad, WhatsApp cifra sus mensajes de remitente a destinatario y ni siquiera queda traza en sus servidores, con lo que tampoco parece que sea realmente un punto flaco.

Pero Telegram ha sabido seducir a un creciente número de usuarios hasta capitanear las listas de las aplicaciones gratuitas más descargadas. A mayor gloria del servicio, su creador sostiene que no hay modelo de negocio porque no tiene ánimo de lucro. Y en el pecado lleva su penitencia: ¿sin voluntad de negocio? ¿Es creíble que alguien pueda sostener una plataforma de comunicación, con todos los costes derivados, pagándolo de su bolsillo? Suena, cuando menos, extraño, pero este planteamiento genera todavía más dudas de pervivencia en el futuro.

WhatsApp es un servicio que gana dinero y tiene una proyección de futuro formidable. Vamos, que no parece probable que echen el cierre en un futuro cercano, ni siquiera lejano. Pero ¿qué sucede con Telegram? ¿Quién está detrás? Se trata de un magnate ruso propietario de la red social más grande del país y que sabe bien de ganar dinero y gestionar datos, con lo que el anuncio de que no haya ánimo de lucro nos debe despertar, cuando menos, alguna suspicacia.

Como ves, si valoramos friamente la situación, es complicada la elección de una aplicación de mensajería en la que quedarse, y en la decisión tenemos que tener en cuenta otro elemento fundamental: el número de contactos de una y otra. Hay un principio en marketing que se conoce como la ley de liderazgo, y que sostiene que es más importante ser el primero que el mejor. Dicho de otra manera: WhatsApp creó una nueva categoría, la mensajería móvil instantánea, y se ha hecho fuerte ahí consiguiendo que el 99% de los usuarios tengan WhatsApp, y claro, así los cambios no son fáciles.

La moneda está en el aire: ¿nos quedamos con WhatsApp con Zuck y compañía como dueños? ¿nos vamos todos a Telegram?

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